aquellas mañanas en la estación de tren se esfumaron de mis recuerdos tres segundos después de que tú te marcharas. a veces, aún recuerdo tu voz rasgada contándome tus aventuras en laponia, no entiendo como siempre conseguías dejarme hipnotizada, era normal que después de nuestras discusiones con sabor a helado de nube no me acordase de que el corazón se me había partido en mil novescientos treinta y nueve pedacitos, uno por cada beso que me habías dado.. sin contar los de esquimal que tanto me gustan, eso fue hasta que dolió de verdad, el corazón se cansó y todo se fue a la mierda cuando vi esa nota sobre tu lado de la cama. te olvidaste el gorro de aviador, y aún huele a ti.